LA FE DE QUIEN MANDA

 Foto: Maurice Berho

Foto: Maurice Berho

La pureza no está en poder de un torero, sino que los toreros pueden ser puros en su propio concepto. Ayer en Badajoz hubo dos extremos de pureza en formas muy diferentes, pues si puro es llegarle a los toros al mismo hocico, romperse con ellos y prolongar un segundo a la eternidad, lo mismo lo es apartarse del mundo para volcarlo luego en un natural que zarandea el alma.

El Juli llevaba impreso en su mirada cristalina el rugido de "aquí mando yo". El río de lava que corre por las venas de Julián empezó a quemarnos por dentro desde la variedad capotera hasta que inició la faena con ansia animal. Los molinetes arrancados debajo de la cadera precedieron a la rotundidad del toreo de mano baja por ambos pitones, culminando en un pase de pecho dando el mismo cáncamo de la muleta, para pasarse todo el toro por la hombrera contraria. Sobran adjetivos y explicaciones. No las tengo. Sólo me quedan fogonazos de trincherillas iniciadas por debajo de la rodilla, una muleta citando a un palmo literal del suelo, las caderas del torero dando derrotes a los pitones del animal en abusivo rol de superioridad y la barbilla de El Juli hundida en su pecho, a su vez enterrado en los riñones más entregados al destino que he visto en mi vida. La sonrisa nerviosa me brota al recordar el desdén con que Julián dejó caer la muleta al hocico del toro en aire de "ahí la tienes, ya lo he hecho todo".

Y entre una y otra obra de El Juli, apareció la sombra y la luz plena de José Tomás. Por el ruedo a estas horas debe de seguir el rastro silencioso de la verdad absoluta de un torero que se jugó la vida sin trampa ni cartón. Todo para plantarle cara a El Juli, poniendole los muslos, que besaban a la vida y a la muerte al serio quinto, en una tanda al natural con el temple que borra el tiempo real y eterniza el recuerdo.

Dicen que para pintar o escribir bien hay que hacerlo con las tripas en las manos. Ayer El Juli y José Tomás torearon desde las mismas entrañas y José Tomás fue terrible y asombroso Goya y El Juli fuerza luminosa y definitiva de Sorolla. Y ambos se completaron el uno al otro para marcar otro paso más en el toreo, en la rivalidad, en el arte y en la vida, pues quien quiera decir aquí mando yo no tiene mayor arma que las ganas y la fe por llegar a una meta. Que nunca será suficiente.

Foto:  Maurice Berho

 Foto: Arjona

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  Foto: Arjona

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 Foto:  Maurice Berho

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  Foto: Arjona

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Comentarios

  1. YO NO ESTUVE EN LA PLAZA DE BADAJOZ,,, PERO HA SALIDO GANANDO EL TOREO DE SIEMPRE,, PUES SON DOS INMENSOS MAESTROS.... CON LA DIFERENCIA DE LOS TIEMPOS,, QUIZAS BELMONTE Y JOSELITO,,APORTABAN ESA GARRA Y ESA DIMENSION,,, CLARO CON OTROS TOROS Y EN OTROS TIEMPOS....
    QUE VIVA EL ARTE DEL TORERO*
    D.RAMOS

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  2. Las comparaciones son odiosas y además muy complicadas. A no ser que contaramos con 120 años y hubiéramos podido ver a los 4 maestros: José Tomás, El Juli, Belmonte y Joselito. El tiempo dirá ante que dimensión están los actuales. Desde luego Belmonte y Joselito fueron dioses para el toreo.
    Me ha gustado el texto de Tico, porque habla desde el sentimiento, y se olvida de esas crónicas que hablan sólo de lo superficial, de cuantas orejas se han cortado, o la cantidad de series que hicieron.
    Quizá es que otras corridas no pueden expresarse así, porque no hay nada que trascienda como esta.

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